Las cicatrices faciales pueden suponer un gran problema para muchas personas, puesto que otorgan un aspecto un tanto irregular de la piel.
Los tratamientos para las cicatrices faciales permiten una rápida recuperación de la zona tratada, son seguros, efectivos y reemplazan en muchos de los casos los tratamientos con cirugía.
¿Qué tipos de cicatrices faciales existen?
No todas las cicatrices que aparecen en la cara son iguales, ni deben ser tratadas del mismo modo. Podemos establecer la siguiente clasificación:
Las “normales”: Tienen el aspecto de una línea muy fina y poco profunda, del mismo color que la piel; aunque a veces presentan un tono algo más rojizo debido a la alteración.
Atróficas: Son las más comunes en el rostro. Se producen por el acné o tras haber pasado la varicela. Su aspecto es el de pequeños hoyos profundos. Estas cicatrices resultan muy complejas de eliminar. Se generan cuando una herida impide que el colágeno pueda formar nuevas fibras de tejido.
Hipertróficas: En esta ocasión, las hipertróficas aparecen cuando hay un exceso de colágeno en la zona afectada. Se muestran como elevaciones gruesas del tejido que sobrepasan el nivel de la piel. Causan algunos síntomas como dolor o escozor.
Queloides: Presenta los mismos rasgos que la hipertrófica, pero su aspecto es más abultado. El motivo de su aparición se debe también a un exceso de colágeno. Genera sensación de picor e incluso ardor.
Contracturas: Se producen por quemaduras o escaldaduras. Provocan una especie de deformación en la zona afectada.